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A veces uno ocupa un pincel para retratar el paisaje que está alrededor, y se esmera. Muchas veces no se sabe lo que se está pintando, tampoco qué colores usa, ni la delicadeza o la firmeza del uso del pincel. Simplemente los trazos nacen como por arte de magia, y se plasman en esa tabula rasa pensando y sintiendo que lo que se pinta no es perfecto, pero está bien.

Pero a veces no es así, simplemente no es así. Tiene relación con dar lo mejor, tratando de que un monstruo no salga a la superficie, tratando de plasmar ese interior.

Algo anduvo mal.

Pero más allá de eso, confío en mis pinceladas. Eso tengo que hacer.

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