Malos entendidos



He sido retorcido como el vidrio al fuego,
He quedado expuesto a los vendavales,
Al martirio, al encierro,
Al olor húmedo de las mañanas,
Al olor de mi carne,
Encerrado en el olor de mi piel sudada.

Apolillado hasta más no poder,
Los agujeros aparecen por doquier,
la putrefacción licuada con menta,
Se revuelve sola en la mesa.

Ya no basta con mirar,
Porque he aprendido a no observar,
No basta con ternura ni tampoco con lascivia,
A mí parece que no me basta con tener que cagar,
No me alcanza...no, no me alcanza.

He de perderme en el reino mineral,
En el reino fungi, para ser un montón de esporas,
He de tener mucho más vida allí,
Porque podría multiplicar mi semen,
Y desvirgar panes o flores mal heridas.

Cada palabra es un desaliento, señores.
Toda letra que se derrama no es inocente,
Tampoco el vino que se toma,
Ni menos la hora de la muerte.

Hoy las palabras no tienen peso,
No son dueñas de la historia,
Tampoco del amor.
Escaparon al mundo de la fantasía,
Se deshicieron en nubes y aire invisible,
Hoy las palabras no tienen peso,
Porque pronto se olvidan,
Y siempre que nacen mueren antes que nosotros,
Hoy en día la palabra no vive,
Porque no nace del corazón,
Ni tampoco se revuelcan en los ojos.
Queriendo encontrar un rincón.

Hoy las palabras son ilusión,
Porque no puedes saber si es una daga,
O una suave cosquilla escrita por una pluma.

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