Neófito



Yo no entiendo la poesía, no entiendo las rimas y no comprendo las metáforas. Tú me nombraste una obra de Rimbaud, en una esquina escondida por el mundo, debajo de un manto oscuro al que llamamos noche.
Sentí nostalgia y te lo hice notar: "la verdad es que no leo poesía" y un lamento como de lobo se apoderó de mi cuerpo. Yo quería formar parte de esa parte de tu mundo, quería poder hablar con pasión sobre algún poema de algún autor.
Te limitaste a sonreírme con esos ojos oscuros que adornan tu rostro pálido, que increíblemente la penumbra no podía ocultar...es que le es imposible oscurecerte.

Tomaste el libro en el silencio mientras miraba atento el movimiento de tus manos y lo dejaste a un lado. "¿Por qué lees poesía?" te pregunté, cuando al mismo tiempo me sonreíste de nuevo. Mi cabeza elaboró mil teorías al respecto, todas acalladas por el miedo de salir por los labios.
Esa noche no me respondiste, te mantuviste en el silencio más eterno y comprendí que con tener tu cabeza en mi hombro ya estabas haciendo poesía. Ese era nuestro poema. 

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